domingo, 23 de septiembre de 2018






MARAWAKA

SERIE ANTROPOLOGÍA




Glosario de voces indígenas de Venezuela







Lisandro Alvarado



Glosario de voces indígenas de Venezuela
Prólogo, cronología y bibliografía

Francisco Javier Pérez






























1a edición, Manrique y Ramirez Ángel
2a edición, Ministerio de Educación, Dirección de Cultura y Bellas Artes, 1953
1a edición en Monte Ávila Editores, 2008


ILUSTRACIÓN DE PORTADA
Figuras zoomorfas con cuerpo espiral
Fotografía: Isaura Castro Andrade

© MONTE ÁVILA EDITORES LATINOAMERICANA C.A., 2008
Apartado Postal 70712, Caracas, Venezuela Telefax (58-212) 263.85.08

CORRECCIÓN
Alí Molina / Olga M. Molina

Hecho el Depósito de Ley
Depósito Legal Nº lf50020084603761 ISBN 978-980-01-1646-3



COLECCIÓN MARAWAKA












Monte Ávila Editores Latinoamericana se complace en ofrecer al público lector una nueva colección que reco- ge textos fundamentales de las ciencias sociales para el co- nocimiento y revaloración del legado indígena y de origen africano en la conformación de nuestra nacionalidad. Así como también sus aportes en la creación de un corpus teó- rico que nos permite comprender mejor el proceso de transformación social de un continente que, tras largos si- glos de colonialismo, avanza en el reconocimiento de su condición multiétnica y pluricultural. Reconocimiento que se traduce en profundos cambios políticos y jurídicos, que reorientan la conducción de sus Estados al consagrar cons- titucionalmente la diversidad sociocultural y lingüística que los caracteriza. MARAWAKA BILONGO, dirigida por Beatriz Bermúdez Rothe, toma su nombre de dos pa- labras cargadas de un profundo simbolismo, convertidas



hoy en topónimos. La primera identifica a un héroe cultu- ral entre los pueblos de lengua y cultura caribe de las Guayanas y la Amazonía y es también el nombre con que se conoce un cerro en el territorio ye kwana del estado Amazonas. La segunda, bilongo, designa al chamán entre varios pueblos de África Central y es el nombre de la fito- terapia en la tradición kongo, así como el origen de la de- nominación de un poblado de Barlovento, Venezuela.



PRÓLOGO











POSIBLEMENTE, ninguna de las figuras de la ciencia venezolana surgidas durante el rico período que corre des- de 1883 hasta 1930 reviste, aún, tanta importancia para el conocimiento de lo esencial venezolano como la de Lisandro Alvarado.
Hombre de estudios sistemáticos, erudito, meticuloso, de pensamiento prodigioso, de formación clásica (estudia latín en Barquisimeto con Egidio Montesinos, su primer maestro), Alvarado se ocupará, sobre las huellas de Arístides Rojas y de Adolfo Ernst (junto a Rafael Villavicencio sus men- tores positivistas en la Universidad de Caracas), de conocer eso que determina las particularidades de la cultura venezo- lana, proponiendo un amplio proyecto de investigación que tocaría todas las áreas principales dentro de las ciencias hu- manas: lingüística, literatura, folklore, antropología, sociolo- gía, etnografía e historia.
Para Alvarado, como para Guillermo de Humboldt, el estudio del lenguaje de un pueblo no es un fin en mismo sino, contrariamente, un vehículo para su conocimiento.



Se acercará al lenguaje venezolano, especialmente al léxi- co, para descubrir en él su faz etnográfica, para leer en las palabras las cosas que esconden y visualizar, entonces, la vi- da que ellas como un designio están obligadas a eternizar como memoria de un pueblo.
Pacientemente y durante largos recorridos por la tierra venezolana, este incansable maestro recogerá las palabras, expresiones, frases, modos particulares, giros propios y nue- vas acepciones que definen la variante dialectal de nuestro español. Su obra de lingüista y de lexicógrafo se propondrá una descripción sistemática de todos esos usos lingüísticos, guiado por la idea final de acercarse al conocimiento de nuestras particularidades como pueblo y como nación, en la creencia del siglo XIX de que conocer la lengua y la histo- ria lingüística de un pueblo equivalía a conocer la historia y manera de ser de ese pueblo.
Ésta, pues, será su meta y su preocupación de lingüista.


LA LINGÜÍSTICA DE SU TIEMPO

Alvarado se forma bajo el signo de los neogramáti- cos (Junggrammatiker). Esta escuela de lingüistas alema- nes había construido una teoría lingüística sobre la idea de la recurrencia sistemática y de la regularidad de los fenómenos. Creyendo en el principio de la infalibilidad de las leyes fonéticas habían logrado explicar las razones del cambio lingüístico y de la evolución de las lenguas (indo- europeas, en este caso), con una metodología que científi- camente podía hacer arribar la investigación a resultados exactos y comprobables. La ciencia del lenguaje que ha- bía nacido en la Alemania de principios del siglo XIX, des- pués del camino trazado por Bopp, Humboldt, Grimm, Diez y muchos otros notables lingüistas de esta época irre-



petible para nuestra especialidad, se erigía en una ciencia con visos de «exactitud» (muy cerca de las ciencias exactas clásicas) inusuales en el ámbito de las ciencias humanas.
El mismo Ferdinand de Saussure, formado en la Ale- mania neogramática, ha entendido que el aporte de esta es- cuela radicó en cambiar el criterio imperante que afirmaba que las lenguas eran organismos vivos que se desarrollaban por mismos, y sustituirlo por el que sostenía que, al con- trario, las lenguas eran un producto espiritual y social.
Esta misma conclusión se desprendía de las investi- gaciones en el campo de la lingüística románica de aquellos años. Los estudios dialectológicos de finales del siglo pasa- do y los primeros intentos de geografía lingüística, en res- puesta a la rigidez del método neogramático, ponían de manifiesto la necesidad de centrar los intereses en el len- guaje popular y en la explicación del origen de las palabras en su conexión con las realidades. El método Palabras y co- sas marcaría la pauta en cuanto a la interdisciplinariedad en el estudio de la lingüística, en donde etnografía y lingüís- tica se unían para lograr una aproximación al origen de los nombres y, a través del origen de los nombres, una expli- cación sobre la naturaleza de los objetos que estos nombres designaban, calificaban, distinguían y diferenciaban.
En síntesis, los caminos de la lingüística que se gestan
entre 1883 y 1930, base de las modernas escuelas, postula- rían, en pugna unos y otros, la creencia en una lingüística na- turalista, defensora de la idea de que las lenguas son como seres vivos, y, por otra parte, la postura contraria de una lingüística descriptiva que defendía el ingrediente social en la configuración de las lenguas. Sin embargo, ambas tenden- cias coincidían en que los métodos debían caracterizarse por su sistema, cientificidad y manejo de datos cuantificables como herencia del pensamiento positivista.



La obra lingüística de Lisandro Alvarado resultaría de la conjunción de los principios positivistas y naturalis- tas que privaban en la ciencia venezolana de estos años. Neogramático y positivista, Alvarado hará investigación con método y rigor; etnógrafo y humanista, observará el lenguaje popular venezolano como manifestación del es- píritu de nuestro pueblo. Voces y cosas de Venezuela que su obra recoge y explica como búsqueda de los orígenes ve- nezolanos y memoria activa de la trayectoria vital de los hombres de Venezuela.


LA OBRA LINGÜÍSTICA Y LEXICOGRÁFICA

Los intereses lingüísticos de Lisandro Alvarado se desarrollaron principalmente en el terreno lexicográfico. Su obra de lingüista quiso cumplir objetivos muy claros en relación con la recolección y descripción del lenguaje crio- llo, la codificación del venezolanismo como unidad léxica de contraste frente a la variedad peninsular del español y el conocimiento de la fragmentación dialectal del español de Venezuela.
Para llevar a cabo estos objetivos, Alvarado diseñó un proyecto de investigación muy amplio y ambicioso que comprendía tres etapas de trabajo y la correspondiente elaboración de tres obras que ofrecerían los resultados al- canzados en cada una de estas etapas: primera: recolección y descripción del léxico de origen indígena de uso en el es- pañol de Venezuela; segunda: recolección y descripción del léxico coloquial diferencial del español hablado en el país; y tercera: estudio de las peculiaridades fonéticas del español de Venezuela. El lexicógrafo tocuyano hará alusión a este proyecto en la «Introducción» a sus Glosarios del bajo es- pañol en Venezuela:



Por esta razón haremos de todo ello asunto particular de dos tratados que pueden servir de complemento al presente y llevar por título Alteraciones fonéticas del bajo español en Venezuela el uno, y Glosario de voces indígenas de Venezuela el otro.

Tal como se lo había propuesto, concluirá cada eta- pa con la publicación de un tratado respectivo en donde se logra un estudio analítico e interpretativo de primer orden sobre los fenómenos lingüísticos. Así, publicará, en 1909, las Alteraciones fonéticas del español en Venezuela en su primera redacción (la segunda será en 1929); en 1921, el Glosario de voces indígenas de Venezuela; y por último y como publicación póstuma, en 1929, sus Glosarios del bajo español en Venezuela.
Los principios característicos a nivel técnico desple- gados por Alvarado en estos trabajos podrían enumerarse tal como sigue: 1) claridad en los objetivos y metas de la la- bor lexicográfica; 2) empleo de una metodología de reco- lección; 3) aplicación sistemática de una metodología de redacción; 4) presentación regular de los resultados; y 5) sistemática interna entre las tres obras (particularmente clara en relación con los Glosarios).
En este sentido, el aporte de Lisandro Alvarado a nuestra lexicografía y al avance de los estudios lingüísti- cos venezolanos como materia científica ha sido inmenso y la crítica así lo ha reconocido. Pedro Grases, en su valio- so estudio dedicado al Alvarado lexicógrafo (La obra lexi- cográfica de Lisandro Alvarado, 1954), dirá al respecto:

Todas estas ideas son las que mueven y animan a Lisandro Alvarado a emprender y realizar en Vene- zuela la obra del vocabulario nacional, lo que ya ha- bía sido ensayado en la mayor parte de las repúblicas



hispanohablantes. En Venezuela existían algunas pu- blicaciones estimables que Alvarado respeta y utiliza ampliamente, pero no se había intentado en forma de diccionario el estudio exhaustivo del léxico peculiar. Calcaño, Medrano, Picón Febres, Carmona, Rivodó, Seijas, Villalobos, Michelena, Ernst, Rojas y pocos más habían dado ya a las prensas escritos dignos de consi- deración, pero unos por ser predominantemente didác- ticos, otros por referirse solamente a una parte del país o por ser muy fragmentarios, no satisfacían el propósito totalizador y objetivo a que aspiraba Lisandro Alvarado. Y con esta mira recorre el país, consulta antecedentes y anota la literatura nacional, para legar a Venezuela la obra más acabada que en este campo se posee. (Destacado nuestro.)

Su obra significó una síntesis del conocimiento sobre el léxico de Venezuela que, después de los intentos coloniales, habían logrado alcanzar la lexicografía y dialectología ve- nezolanas del siglo XIX (notables en este contexto las con- tribuciones de Miguel Carmona como autor del primer diccionario de venezolanismos, su Diccionario Indo-Hispano o venezolano español de 1858-1859; y de José Domingo Medrano que, con sus Apuntaciones críticas sobre el lengua- je maracaibero de 1883, lograría fundar la lexicografía re- gional en el país) y el punto de partida de la lexicografía moderna de Venezuela.


EL GLOSARIO DE VOCES INDÍGENAS

Alvarado publica en 1921 su primer trabajo lexico- gráfico de relevancia. Se trata de un glosario que recoge un nutrido grupo de indigenismos de uso frecuente en el habla de Venezuela.



Preocupado por las lenguas indígenas venezolanas y por el estudio de sus orígenes y por las huellas que las cul- turas indígenas han dejado en la vida nacional, Alvarado rastrea y anota los indigenismos lexicalizados en el habla del país, documenta y confirma las etimologías de muchos de ellos, construyendo, además, la genealogía de cada voz in- dígena desde las primeras referencias coloniales hasta los usos literarios más recientes.
En el Glosario de voces indígenas de Venezuela Al- varado logra interrelacionar sus inquietudes en torno a dos ámbitos de estudio que constituían los fundamentos más determinantes de sus investigaciones. Por un lado, el estudio de las culturas indígenas, al que había dedicado la mayor parte de sus trabajos de campo, con la idea de lo- grar una descripción rigurosa de los materiales etnográficos disponibles para la reconstrucción y conocimiento de la cultura material del pueblo venezolano (a este respecto, ofrecerá sus resultados en su libro Datos etnográficos de Venezuela, 1945); por otro, el estudio del habla de Venezuela en una amplia gama de tópicos de descripción, entre los que ocupaban y ocupan un rango de primer orden los indigenis- mos, tal como Medrano y Julio Calcaño (El Castellano en Venezuela, 1897) habían previamente establecido.
Sin embargo, lo que Calcaño y Medrano no habían po-
dido alcanzar era la exactitud en materia etimológica, uno de los indiscutibles méritos del Glosario de Alvarado. Mientras Calcaño se obsesiona por encontrar analogías entre las voces indígenas y las lenguas nacionales europeas o las semíticas y las orientales, Alvarado, a partir de los aportes ofrecidos en esta materia por los misioneros filólogos coloniales, irá fijan- do para la mayoría de las voces su procedencia y filiación a los troncos lingüísticos del continente: taíno, caribe, aruaco, chibcha o tupí. Medrano adoptará una actitud cautelosa al no aventurar conclusiones desproporcionadas en relación con



sus fuentes y con las metas de su descripción de las voces co- loquiales de Maracaibo.
En este sentido, creo que dejando de lado sus logros técnicos en materia lexicográfica, el Glosario de voces in- dígenas de Venezuela marcó un momento en la historia de los estudios lingüísticos venezolanos y sigue aún ocupando el primer lugar en materia de indigenismos, debiendo en- tenderse como una obra no superada, poseedora de ricos y confiables materiales.


VIGENCIA DE ALVARADO

Las investigaciones lexicográficas realizadas a par- tir de 1930 han reconocido, con absoluta unanimidad, los logros de Alvarado como lexicógrafo del lenguaje criollo, al utilizar constantemente sus materiales y al considerarlo la fuente moderna de primer orden en esta materia.
Por su parte, la crítica diccionariológica ha sabido entender el método de investigación de Alvarado y la sis- temática que genera el aparato descriptivo de sus trabajos. Así, notables lexicógrafos, historiadores y críticos han expresado su deuda con Alvarado y encuadrado su produc- ción dentro del contexto de los estudios sobre el habla del país. Tal es el caso de Pedro Grases, Ángel Rosenblat, Marco Antonio Martínez (escribió unas reseñas sobre los Glosarios para la Revista Nacional de Cultura, cuando aparecieron pu- blicados en la primera edición de las Obras completas), Aura Gómez, María Josefina Tejera, Alexis Márquez Rodríguez, Luis Quiroga Torrealba, Jesús Olza, Alexis Márquez Carrero, Edgar Colmenares del Valle, Francisco Javier Pérez y Pedro
Pablo Barnola, entre otros.
Precisamente, este último ha logrado una valoración muy justa del trabajo de Alvarado como lexicógrafo. El Padre



Barnola escribió en los márgenes de un libro de su biblio- teca (Americanismos de Miguel de Toro y Gisbert, en el es- tudio titulado «Los diccionarios de americanismos») una nota que busca resumir los aportes de este estudioso y la vigencia de su obra. He aquí esta nota, que sale a la luz por primera vez:

Parece que el Dr. Lisandro Alvarado tuviese muy pre- sentes todas las indicaciones de este autor (Miguel de Toro y Gisbert) para elaborar sus dos obras magistra- les: Glosario de voces indígenas de Venezuela y Glo- sarios del bajo español en Venezuela. En esta materia es lo más acabado y abundante. Alvarado, médico, na- turalista y políglota, sagaz observador y con una pre- paración singular, como versado en latín y griego, acopió en su vida enorme caudal de voces, escudri- ñando sus etimologías, cotejando la sinonimia, con un criterio de etnólogo y literato de alta talla. Siguió con muy buen acierto la enseñanza del Dr. Ernst, el cien- tífico más notable de Venezuela. (Paréntesis nuestro.)

Los historiadores de la lingüística venezolana también han estudiado la posición que la obra de Alvarado ocupa en el ámbito de esta disciplina. Las conclusiones han sido, so- bre este particular, muy exactas y valorativas de la condi- ción de hito o marcador histórico que esta obra tuvo en la historia de la ciencia del lenguaje en general y, específi- camente, en la de la lexicografía de nuestro país.
De esta manera, Edgar Colmenares del Valle y Fran- cisco Javier Pérez han organizado, el primero, la evolución del concepto de «venezolanismo» («con Lisandro Alvarado culmina este período de la delimitación y teorización so- bre el venezolanismo que —como dijimos— se había ini- ciado con José D. Medrano»), y, el segundo, la historia de



la lingüística venezolana (se establece el año 1929, muerte de Lisandro Alvarado y fecha de la publicación póstuma de sus Glosarios, como marca diacrónica que indica la conso- lidación de la lingüística científica en Venezuela), en etapas que finalizan y tienen su punto de partida hasta y desde la aparición del Alvarado etnolingüista y lexicógrafo.
Para cerrar diremos, la obra de Alvarado fue el resul- tado de una pasión venezolanista muy particular en la histo- ria del país. Regeneró, como señaló Santiago Key-Ayala, una tendencia de la mente venezolana que fue esplendorosa con Bello, y con Baralt y Juan Vicente González. Hombre de cua- lidades especiales, como lo ha entendido Pascual Venegas Filardo, Alvarado pertenecerá a esa estirpe de venezolanos que no ocupan altas posiciones y un renombre desmesurado, sino que pasan inadvertidos para el pueblo a cuyo conoci- miento dedicaron todos sus esfuerzos. Grandes hombres de Venezuela en los que el deber y la pasión coincidían.
Este Alvarado, a la vez esplendoroso e inadvertido, Aristóteles sin discípulos como lo llamara Picón Salas, es el que hoy queremos rescatar para orgullo y asombro de nuestra cultura y ciencia, siguiendo su camino y pisando creativamente sus propios pasos.

FRANCISCO JAVIER PÉREZ



NOTA EDITORIAL












EN ESTA NUEVA edición que Monte Ávila Editores Latinoamericana presenta a los lectores, se tomó como ori- ginal el volumen I de las Obras Completas de Lisandro Al- varado (Glosario de voces indígenas de Venezuela. Caracas, Ministerio de Educación. Dirección de Cultura y Bellas Artes, 1953, 422 pp.) publicado en 1953 por la Comisión Editora. En la edición de aquel entonces fueron incorpora- das las «Correcciones y adiciones al Glosario de voces indí- genas de Venezuela», que Alvarado estuvo elaborando con ejemplar afán de perfeccionamiento, después de dar al pú- blico una primera edición de esta obra en 1921. La presente edición no incluye los prolegómenos ni el trabajo comple- mentario «Voces geográficas» de la edición de 1953. Dado que es una obra de características complejas la que hoy pre- sentamos, y de interés lingüístico e histórico para estudiantes e investigadores de la lengua, se procedió a revisar y moder- nizar —sólo en algunos casos— la particular ortografía del



autor y del español de su época, respetando, por supuesto, en todo momento su contenido y la rigurosa investigación que realizara Lisandro Alvarado a inicios de este siglo.





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